La historia de Saba

Capítulo 1: El secreto

Nacimos en un pueblo llamado Nome. Nuestros padres se llamaban Jenna y Balto. Ella era una husky de pura raza, y él, medio lobo, aunque lo descubrí más tarde. Fuimos una camada de 6, 4 machos y 2 hembras: Dingo, Kodi, Yukon, Nunivat, Aleu y yo, Saba. Nos encantaba jugar en la playa con el Tío Boris y con Papá. Un día jugamos hasta hartarnos. Habíamos crecido lo suficiente para entrar al mar y nadar unos metros bajo la vigilancia de Papá. Aquella noche todos dormimos a pata suelta y se tirón, menos yo. Un mosquito entró por un hueco de una ventana rota y me despertó con su zumbido. Intenté atraparlo, cuando una voz me distrajo y el insoportable bichito se escapó de la habitación. Distinguí perfectamente las voces de Mamá y Papá. Su tono sonaba preocupado y agobiante, así que, a pesar de que nos habían enseñado que eso era de mala educación, esquivé a mis hermanos, que dormían acomodados en nuestra cesta tapados con una gruesa manta y me acerqué al punto del que venían las voces. Me fue difícil no pisar las tablas que crujían en la envolvente oscuridad de la madrugada, aunque no hice mucho ruido. Me acerqué a la puerta. Allí podría escuchar bien.

-Balto, mañana debemos dar en adopción a los cachorros.
-Pero o quiero alejarme tan pronto de ellos...
-Mi dueña me adoptó cuando tenía su edad. Balto, la vida les será más facil si los acogen ahora. Las familias no suelen adoptar perros adultos.
-Puede que tengas razón, Jenna, pero no voy a dormir tranquilo solo de pensar que podría, podría no poder volver a verlos nunca...

Al oír esa frase desgarradora, unas lágrima ásperas me inundaron los ojos. Quería mucho a Papá, y no podía permitir no volver a verle.

-¡Balto, no digas eso! Seguro que los adoptan familias de este barrio. Nadie sabe que están aquí, así que nadie vendrá de otro pueblo a llevarlos con él.

Me fui. No quería oír más. No quería seguir recibiendo más malas noticias. Es ese momento, no quería vivir. Me sequé la cara con una pata y regresé, taciturna, a mi cesta con mis hermanos. Me pegué al borde de la cesta, acurrucada y bajo una manta de cuadros rojos, donde seguí llorando. Al final me dormí, agotada de llorar y mojar la tela que cubría la cesta.

wow ¡¡¡¡¡ esta genial la historia

que genial me gusto

¿Prometéis no más flood? Para no hacerlo yo doy un adelanto:

En el siguiente capítulo, un chico adopta a Saba, pero la lleva a una familia que no quería un perro y... Posiblemente lo escriba mañana o pasado.