Diario de lobos, alfa en entrenamiento.

Pasó mucho de la incorporación de Nava a la manada, quien por su parte, había decidido convivir con ellos, cediendo a los casi desesperados pedidos de Aniu. La loba blanca seguía entrenando por la madrugada junto a Nictar, para luego tomar clases de cacería con Vitae.

Los chicos, en cambio, dormían hasta tarde, y se levantaban justo para la hora de comer. Kiba realmente estaba agradecido de tener un compañero.
En el tiempo que pasó, los jóvenes habían cambiado su aspecto, por lo que ahora eran unos lobos adultos. Aniu había madurado mucho, por le costaba mucho menos el cuidado y la administración del resto del grupo, pero aún así, necesitaba ayuda de sus amigos.

Lejos de allí, Noir había decidido adoptar al pequeño Niju, sin dejar a lado su rencor contra su anterior familia. Cada día, le enseñaba una nueva técnica de ataque, ya que como él decía, “el mundo está lleno de seres malos de quienes debemos defendernos”.
Una noche, Niju se acercó al lobo negro, y en un susurro le dijo:
-Te quiero, tío Noir. De grande quiero ser como tú- y con un último bostezo, se durmió a su lado.
Esas dulces palabras tocaron su frío y casi inalcanzable corazón. Miró al cachorro con ternura, y acercándose, también le dijo:
-Créeme, no querrías ser como yo…

La primavera se acercaba al bosque al bosque. Era un día hermoso, ppero aún así, abundaba la nieve. Aniu y Nictar, como siempre, se levantaron antes que todos a tomar agua. Sigilosamente, Vitae las siguió.
-¡Valla, ya se siente la primavera, chicas!- comentó alegremente, y ellas respondieron asintiendo la cabeza con la misma cordialidad.
-Tengan cuidado con los guapos perros de trineo- añadió con una risita.
-¿Perros de trineo?- preguntaron al mismo tiempo las lobas. Apenas eran una cachorras cuando vivieron su primera primavera.
-Oh, eso quiere decir que no tienen idea. Pues cada estación del año se realizan unas carreras de perros que corren en un trineo liderado por humanos. Se dice que esta es la mejor época, ya que no hace tanto frío, y aún así, hay suficiente nieve.
Aniu y Nictar se miraron con asombro. Esos si sonaba interesante, y nunca habían visto un perro de cerca. Se entusiasmaban con solo pensarlo. La anciana también lo notó.
-Se lo que quieren chicas, pero me temo que es peligroso que se acerquen a ellos. Digamos que los humanos no son muy cariñosos con los lobos- y dijo estas últimas palabras con angustia.
Las jóvenes se decepcionaron, pero algo en Aniu la llenaba de esperanzas.
-Entiendo. Vamos Aniu, debemos comenzar a entrenar.
Todas se despidieron y se fueron por su lado.

Una vez lo suficiente alejadas, la loba blanca dijo.
-Tengo una idea.

Aniu volteó, con las lágrimas resbalando por las mejillas, y pudo contemplar la imagen de aquel que parecía sonreírle. No había maldad en sus ojos. Sin embargo, algo le resultó extraño: era más petizo, y tenía unos rasgos un tanto curiosos, parecía algo más que un lobo, tal vez sólo era un ángel… una ilusión…

-¡Eh! ¿Estás bien, linda?- preguntó con un tono de voz muy suave.
La pobre tardó en reaccionar. Pero no era miedo lo que sentía, quizás, confusión.
-¡Oh! Emmmm… emmmm… sí… estoy muy muy bien, no importa-. La voz le temblaba. No pudo con su genio -¿Qué eres?
-¿Que qué soy? ¡Jaja! Por lo que consta, nunca viste a un perro, ¿verdad? Mi nombre es Kitok, soy un husky.
¿Un husky? ¿Qué era eso? Un momento… ¡él mismo lo dijo, es un perro! Aniu estaba asombrada. No podía creer lo que veía, ¡su sueño hecho relidad!
-¿Enserio? ¡Vaya! Esto es tan… raro, jeje- dijo sonrojada, y a decir verdad, los perros eran muy lindos.

Ambos sonreían. Un extraño silencio acompañaba el momento, pero ese silencio no erma incómodo, es más, parecía invitarlos a hablar y conocerse. Por un momento, pareció que iban a romper el silencio, pero un grito los interrumpió

-¡AAAHHG! ¡Aléjate!-. Nictar entró a la escena desesperada. Frenó en seco y comenzó a gruñirle al extraño
-¿Qué? ¡No Nictar! El es un amigo- replicó Aniu dudando si en verdad lo tendría que haber llamado así, pero de todas formas, sabía que era lo único que la podría llegar a calamar.
-¿Amigo dices? Tú estás loca, es un perro, ¿no lo ves? Es peligroso. ¡Vámonos!
-Si de peligro hablas, pues nosotros seríamos en este caso la amenaza, nosotros somos los salvajes

Nictar miró sorprendida a su amiga. No podía creer que denigrara así a su propia raza
-Esto… ¿saben? Será mejor para todos que me vaya. No tiene sentido que aún siga aquí- interrumpió Kitok, dando media vuelta, y corriendo a quién sabe dónde
-¡No! ¡Por favor, espera!- gritó Aniu a punto de llorar. Estaba perdiendo la oportunidad de conocer a un perro
-¿Pero qué dices? Olvídalo, vamos a casa, necesitamos hablar
-No… ¡no!- gritó la loba blanca, y se echó a correr detrás del husky

-¡¡Aniu!! Maldición, necesitaré ayuda- farfulló la joven de color marrón, y comenzó a marchar, a paso veloz, en dirección al resto de la manada. No sabe lo que hace, se repetía una y otra vez.


-¡¡¡Kitok!!! ¡¡Espera, iré contigo, por favor, no te vayas!!- chillaba a más no poder la pobre color nieve.
El perro se detuvo a verla, con una mirada triste.

-Escucha, nos acabamos de conocer. No sé cuáles son tus intenciones, pero creo que tú sólo siente curiosidad. Piénsalo así, tú perteneces al bosque, y yo, a mí pueblo, Nome. Tal vez alguna vez más me pase a saludarte, pero créeme que no es lo correcto

-No, no entiendes. Ellos echan pestes sobre ustedes, y quería demostrarles que no es cierto, los lobos y los perros deberían estar unidos

-Pero por algo no lo estamos. Mira, dejémoslo así. Te veré otra vez, Aniu- y dicho esto, el joven, una vez más se alejó.

Aniu comenzó a llorar. Más allá de lo que había argumentado, sentía algo por aquel ser que acababa de conocer, pero sabía que estaba mal. Desesperada, se echó al suelo, para liberar el mar que salía de sus ojos...